La Iglesia de San Miguel de Lillo pertenece a un conjunto de obras promovidas, como ya hemos mencionado anteriormente, por el rey Ramiro I. Este conjunto está compuesto por Santa Maria del Naranco, Santa Cristina de Lena y San Miguel de Lillo. Santa Maria del Naranco se encuentra situada en la ladera Sur del monte del Naranco, en dirección opuesta a Lillo, mientras que Santa Cristina de Lena está situada a 35 km al sur de Oviedo, cerca del valle de Lena. A continuación veremos ambas plantas.
6.1 Plantas:
Santa María del Naranco
Tiene
dos niveles bien diferenciados: la cripta o planta inferior, y la
planta superior que está dividida en tres espacios internamente. A la
planta superior se accede mediante una doble escalinata situada en
la fachada Norte, que da a parar a un vestíbulo, tras cruzar éste
nos encontramos con un espacio rectangular compartimentado en tres
salas. Esta división se corresponde con la división espacial de
la cripta inferior. La sala central es la de mayor tamaño, y está
cubierta mediante una bóveda de cañón, al igual que las otras dos iglesias, por tanto éste es un factor en común. Dicha bóveda está
dividida mediante arcos fajones y comunicada con dos miradores en las
zonas Este y Oeste. La sala rectangular de mayor
tamaño es la conocida por el nombre de “sala noble”, dispone de arquerías en sus cuatro paredes
interiores (en las largas y en las cortas) que descansan sobre columnas
dispuestas en haces, con fustes torneados en forma de sogueado
helicoidal, otro factor en común con la iglesia de San Miguel de Liño. La nave abovedada se divide en sus extremos más largos
en siete arcos fajones de dovelas en piedra, que descansan sobre
ménsulas. Los extremos menores tienen una obertura generada
mediante una triple arcada, que da acceso a los miradores y que también están abovedados al igual que la sala central, mantiene
la continuidad de las arquerias murales. Destaca la utilización
del arco perpiaño, que tiene su origen en Oriente.
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Planta general de Santa Maria del Naranco
En el exterior, destacan los frontispicios Este y Oeste, unos elementos
que encuadran y decoran la portalada central de un edificio. En ellos existe una división en tres niveles, separados por líneas de
imposta con un dibujo estriado. El edificio se asienta sobre un zócalo
que lo recorre perimetralmente y sobre él se alzan ocho contrafuertes con
decoración estriada que se adhieren al muro de las fachadas más largas,
en correspondencia con las columnas de la arquería ciega del interior.
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Santa Cristina de Lena
Su planta está compuesta por una Nave única abovedada y rectangular a la que se le han adosado cuatro cuerpos rectangulares que están situados simétricamente en el centro de cada fachada. El primero de los cuatro recinto adosados es un vestíbulo abovedado situado en Occidente, que tiene hacia el exterior una puerta generada mediante un arco de medio punto con dovelaje en piedra, que descansa sobre dobles columnas entregas con fuste y capitel liso. Este espacio se comunica con el cuerpo central mediante un vano adintelado. En la parte superior del vestíbulo está la tribuna real, que se prolonga hasta el primer tramo abovedado de la nave mediante un arco semicircular con dovelas de piedra. A la tribuna se asciende mediante unas escaleras de piedra adosadas al muro
En la parte Oriental, se abre un cuerpo que configura el santuario del altar. Tiene una disposición atípica que consta de un solo ábside, ya que en la arquitectura asturiana normalmente se recurre a la cabecera tripartita recta. Por tanto hay vínculos evidentes con la arquitectura visigoda. Su interior es abovedado con un sólo arco perpiaño y una arquería ciega adosada a los muros Norte y Sur.
Adosados al muro septentional
y al de mediodía, se sitúan las otras dos estancias abovedadas. La orientada al septentrión conserva una ventana al norte de similares características ornamentales
que la abierta en el
ábside. Ambas disponen de puertas con arcos de medio punto y
dovelaje en piedra que están comunicadas con la nave de la Iglesia. La
función que cumplían estas dos habitaciones se desconoce.
En el exterior se disponen treinta y dos contrafuertes elevados sobre un zócalo que recorre perimetralmente el edificio, y que no necesariamente se corresponde con los pilares interiores ya que no todos cumplen función de contrarresto de peso. El aparejado es de sillares irregulares, unido mediante mortero de cal y arena. En las esquinas se usan sillares escuadrados pero de forma desigual, ensamblados a soga y tizón.
6.2. Coincidencias arquitectónicas.
Estos edificios reúnen características en común entre si, que a
continuación expondremos, siguiendo un orden de lo más general a lo más
específico
.
Las tres cubiertas interiores de las tres
iglesias asturianas coinciden en su tipología, las tres son bóvedas de
cañón construidas en piedra, que les proporcionaban una gran altura nunca vista hasta el
periodo gótico.
Como consecuéncia de ésto, los edificios tienen
que articular una serie de elementos con los que reforzar la
estructura del edificio. Estas bóvedas se construyen con un material
muy ligero conocido como la piedra de toba o tufo, y se apoyan sobre
arcos fajones que descargan la presión vertical hacia unos
contrafuertes situados en los laterales, que resultan visibles en el
exterior del muro. La articulación de éstos elementos hace posible
la sustentación de éstas bóvedas.
En cuanto a los materiales utilizados en la construcción de las iglesias se utilizan sillares bien encuadrados y más regulares en la
construcción de los muros. El sillarejo (sillares más pequeños y
toscamente labrados) no desaparece sino que es de mayor calidad, además las dovelas están talladas en piedra en vez de en ladrillo, y se tiene un especial cuidado en los ángulos y contrafuertes. También se sigue utilizando la mampostería de piedra de arenisca, y mortero de cal y arena.
6.3. Coincidencias en Artes figurativas
En Santa Maria del Naranco, hay ornamentación
en la sala noble, los miradores y sus frontispicios exteriores. Por otro lado, en Santa Cristina de Lena se sabe gracias a una investigación arqueológica realizada por Lorenzo Arias Páramo, que una vez existió un programa pictórico que decoraba toda la parte interna, y que por tanto la pone en relación con San Miguel de Lillo.
En todas las iglesias se llevan a cabo representaciones figurativas por
primera vez en el arte asturiano, apareciendo así la figura humana tanto en
relieves, decorando capiteles y medallones, como en la pintura mural al fresco de los muros (apenas conservadas hoy). Dichas representaciones se combinan con las de carácter ornamental, que tienen su origen sobretodo en la imitación de modelos de otros campos
artísticos como la orfebrería, pintura o el arte de los tejidos.
Vemos un ejemplo de ambas representaciones en las paredes longitudinales de la sala noble, y en los lienzos Norte y Sur de los miradores de Santa Maria del Naranco: los clípeos se ensamblan a las ménsulas por fajas o bandas historiadas, sobre las cuales se apoyan los arcos perpiaños. El enmarque de estas bandas es un cordón sogueado y su interior queda decorado por doble arco, apoyado sobre pequeñas columnas y dividido en dos pisos.
En la parte superior de uno de éstos relieves aparecen dos figuras con trajes plegados, que portan cestos sobre sus cabezas (interpretación desconocida). En la parte inferior en posición afrontada hay dos jinetes blandiendo sus espadas. La técnica de talla tiene como resultado un acabado suave y redondeado en sus perfiles. En otro de éstos relieves historiados observamos una cruz con el Alpha y el Omega.
Existe una importante preséncia de
columnas adosadas y exentas que se decoran con motivos sogueados en
los fustes. El sogueado es una decoración característica del arte
asturiano que recibe ese nombre por parecerse en su dibujo a una
cuerda gruesa o soga. Los capiteles suelen ser o bien de influéncia
clásica corintia, o troncopiramidales invertida.
Los contrafuertes abundan tanto, que dejan de
cumplir solo una función sustentante para pasar a ser ornamentos propios
del edificio que articulan su muro a través del ritmo de entrantes
y salientes. La decoración de éstos contrafuertes es un
estriamiento, que recuerda a las columnas de la antiguedad clásica.
Por último, las
celosias se perfeccionan y son realizadas sobre placas de piedra
llegando a adquirir cierta complejidad. Los rosetones calados, son
una novedad de éstos edificios, ya que suponen un adelanto en el
periodo románico y gótico.
Bibliografía:
-
ARIAS
PÁRAMO, L., Prerrománico
Asturiano: El arte de la Monarquía Asturiana,
Ediciones Trea S.L, Gijón, 1993. pag: 133-157, 167-192, 193-211.
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